Pequeña y
deliciosa pieza, ejemplo característico del preciosismo de la etapa dunsaniana
del autor de Providence.
Está narrada
en forma de conseja tradicional o cuento maravilloso con leves tonos crueles.
En la exótica Ulthar, en un tiempo indeterminado aunque lejano, un viejo
matrimonio de aspecto y comportamiento poco amable asesina a los desventurados
felinos que se acercan a su apartada granja. Un día una caravana de nómadas
llega a la población. Uno de los sus miembros, el niño huérfano Menes, tiene un
gatito negro que alivia sus pesares. Al poco el minino desaparece y los vecinos
informa al desolado Menes de su triste destino. Menes invocará a poderes
extraños para vengar a su malograda mascota.
Entre los
métodos literarios usados en el relato merece la pena recordar el uso de la
sugerencia, la aparente anécdota que en realidad es una pista, y los dobles
sentidos. Son procedimientos que obligan al lector a implicarse profundamente en
la lectura e interpretar los posibles significados. Lovecraft reproduciría en
sus posteriores obras semejantes métodos, procurando insinuar en vez de
afirmar, dejando libertad al lector para sacar sus propias conclusiones.
Evidentes, por otra parte.
Personajes:
Individuales; Pareja de ancianos hechiceros, Menes, gatito negro de Menes, jefe de los
nómadas con tocado de disco solar, Kranon el burgomaestre de Ulthar, Atal hijo
del posadero, Nith el flaco notario, Shang el herrero, Thul el cantero.
Colectivos; ciudadanos de Ulthar, gatos de Ulthar, vagabundos de la caravana, mercaderes en
Hatheg, viajeros de Nir
El siguiente
texto dirigido a uno de sus corresponsales es una buena muestra de la
fascinación de Lovecraft por los felinos, que mantuvo hasta los meses finales
de su existencia:
A William Lumley. 20 de junio de 1936
Mi sueño de la ciudad del gato negro
era muy fragmentario. Era de piedra y estaba adosado a la vertiente de una
colina como algunas de las ciudades dibujadas por Sime para las historias de
Dunsany. En España las hay más o menos semejantes[1]. Parecía
haber sido construida por seres humanos de eternidades anteriores, pero sus
actuales habitantes felinos vivían en ella evidentemente desde hace siglos. De
hecho en este sueño no pasaba nada…no era más que una
imagen aislada del lugar, donde los gatos se desplazaban de manera racional y metódica, evidentemente
para la ejecución de tareas precisas.
[1]
Seguramente, el cisne de Providence había visto en alguna ocasión imágenes de
las casas colgantes de la ciudad de Cuenca.
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